365 días (3)

19 de abril de 2016

Cojo la línea 7 en Canal para ir a rehabilitación. Son solo dos estaciones. Hoy estaba en el andén un señor de cierta edad con una muleta. Es la hora en la que los alumnos va a los colegios e institutos. Llega el tren y tengo la suerte de sentarme en uno de los asientos que han quedado libre. De repente, veo al hombre de la muleta que ha debido entrar detrás de mi sin que lo advirtiera. Me levanto como si tuviera un muelle en el trasero. El hombre me dice que no, que él no se sienta. Sus gestos son tan explícitos que no insisto. Me vuelvo a sentar y dejo que mi atención se reparta por los viajeros, como si fueran los personajes de una novela escrita millones de veces. El tren llega a la estación de Guzmán el Bueno, me levanto y me dirijo hacia la puerta que ya empieza a abrirse. El hombre de la muleta me da las gracias. No entiendo bien lo que me quiere decir hasta que caigo en que me agradece el haber tenido el gesto de dejarle el sitio. Sonrío, le aseguro que no hay nada que agradecer y cuando salgo de vagón le doy un ligero golpecillo en el brazo para transmitirle mi complicidad. No sabrá que hace dos años yo también iba con dos muletas haciendo el mismo recorrido que hoy. No sabrá nunca lo bien que le he entendido.

20 de abril de 2016

Salgo de clase de fotografía. Se ha hecho tarde. En el camino a casa sale a mi encuentro una escena. Un hombre habla con tono recriminatorio a un mendigo que pide de rodillas. Supongo que su intención es convencerlo de que abandone la mendicidad, que se asee, que recupere su dignidad. El mendigo se inclina sobre si mismo como si encajara golpes físicos y niega con la cabeza con vehemencia. A la distancia que estoy llego a oír con incredulidad. “Pues mira como está tu vida. Es una puta mierda”. La agresividad del samaritano hace que disminuya el paso por si tengo que intervenir. El mendigo se endereza mínimamente y asegura con voz rota por el alcohol, el tabaco, la intemperie, la soledad, la pobreza y el hambre. “Ya lo sé, ya lo sé. Me da igual. Me voy a morir aquí. Me voy a morir esta noche.” Me paro. Miro. Me voy. Me avergüenzo. Del samaritano. De mi.

21 de abril de 2016

Hoy he terminado las sesiones de rehabilitación. CR. me ha pedido que no me fuera sin despedirme de ella. Nos hemos dado un abrazo en el que nos hemos dicho todo lo que nos hemos callado estos dos meses. Gracias CR. por tu paciencia, por tu cariño, por tu trabajo, por tu profesionalidad.

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