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365 días (2)

14 de marzo de 2016

Cambio la correa del reloj en una relojería diminuta regentada por una mujer capaz de mantener una posición positiva frente la clientela del barrio. Saca varios muestrarios, a pesar de que me he decidido por una de las primeras correas. Me contesta que nunca se sabe cuál va a ser la elección definitiva, que ella misma cada vez sabe menos cosas. “Será por ser cada vez más sabia.”

Levanta la vista del muestrario y me mira con ojos claros de alumna: “Eso no lo he entendido.” Parafraseando a Hermann Hesse, le digo que los datos están al alcance de cualquiera, lo difícil es transformarlos en sabiduría, para lo cual se necesita reflexionar sobre la experiencia. Sonríe y volviendo al muestrario dice en voz baja que le ha gustado la idea. Sin dejar de sonreír me cobra nueve euros. Me voy con la sensación de que me ha hecho rebaja.

30 de marzo de 2016

Quedo con C. Como siempre, la conversación es fácil y sincera. Es una muy buena amistad y los dos queremos resguardarla de cualquier peligro. Terminamos hablando de las actitudes y del destino. Cuento que los griegos entendían la tragedia como la lucha contra el destino, lucha que siempre perdían. Los musulmanes no luchan, se sientan y esperan a que se cumpla el destino, la voluntad de Alá. Los germanos conocen su destino, su función en la vida, y ponen todo su empeño en cumplirlo, aunque les lleve a la destrucción. Por último, los cristianos mantienen una posición difícil de comprender: por un lado, el libre albedrío permite al hombre elegir el camino y, por lo tanto, ser responsable de su elección; dios, sin embargo, siempre sabe cual va a ser su opción. Mucho me temo que es una argucia para exculpar a dios de los malos resultados de su creación.

Aunque le dé un tono intrascendente a la conversación, me doy cuenta de que unas veces actúo como griego, otras veces como musulmán, pocas como germánico y habitualmente como cristiano sin prestar atención a la existencia de dios.

2 de abril de 2016

Llego a Prádena para caminar. Tengo la fotocopia del plano de la ruta en el bolsillo. Empiezo a subir por la pista hacia la Cañada Real, hacia la acebeda. Paso al lado de sabinas y robles centenarios que producen gran admiración. Los robles no tienen aun hojas. Sus ramas extendidas al cielo parecen estar llenas de reproches a los hombres y al mismo dios.

365 días (1)

31 de diciembre de 2015

Ha muerto GR, un buen amigo del trabajo. Mi jubilación ha hecho que nos tratáramos menos en los últimos años. Me hubiera gustado saber más de él. Nos llevábamos bien, nos respetábamos y, en algunos momentos, trabajamos con gran complicidad. Aunque la realidad pertinaz le hizo renunciar a muchas cosas, nunca entregó su alma de artista.

11 de enero de 2016

Inicio un viaje del IMSERSO a la Manga del Mar Menor. Estos viajes me recuerdan a la mili: coincidimos los letrados y los iletrados, los inteligentes y los tontos, los exigentes y los conformes.

Trabo cierta amista con F., un español de Guinea Ecuatorial. Las conversaciones tienen lugar alrededor de una cerveza sin alcohol y de un poleo. Lleva a sus espaldas una larga historia. Se ha pasado toda la vida limpiando vagones de tren. Ahora viaja en ellos. Cuida de su nieto y su nieto cuida de él como solo se puede cuidar a un abuelo.

31 de enero de 2016

Cojo el metro en Canal para ir a la sesión de cineforum que organiza T..

Por los altavoces, una voz de mujer más auténtica que de costumbre anuncia que los trenes de la línea 7 tienen una demora de más de 15 minutos debido a la asistencia sanitaria de un pasajero. La única manera de expresar mi solidaridad con el pasajero es esperar pacientemente al tren.

3 de febrero de 2016

Paso por el quirófano para la extracción del clavo intramedular que tenía en la tibia derecha. Por la tarde me voy a casa.

Sé que la rehabilitación será los próximos meses el eje central de mi actividad.

10 de marzo de 2016

C.H. me invita a la inauguración de una exposición de pintura “naive”. La asistencia es masiva. Doy vueltas buscando a C.H. Esquivo asistentes. Indago ángulos para ver mejor los cuadros. Consigo una copa de vino tinto. Los sándwiches no consiguen disminuir mi desconfianza viendo como la pintura «naive» difumina sus contornos confundiéndose con la ilustración de los libros infantiles y el estilo del cómic.

12 de marzo de 2016

He llegado al centro cultural antes de lo previsto. Me siento a esperar a FR. y a su familia. Una mujer de unos cuarenta años de aspecto muy agradable se presenta: Me llamo C.

Intercambiamos frases dando forma a una conversación desprovista de interés. Tuerce la cabeza y me pregunta por mi signo del zodiaco. Quiere saber hasta qué punto podemos ser compatibles. Al oírlo, me atribuye un carácter melancólico. Siento que me sentencia con la mirada.