365 días (1)

31 de diciembre de 2015

Ha muerto GR, un buen amigo del trabajo. Mi jubilación ha hecho que nos tratáramos menos en los últimos años. Me hubiera gustado saber más de él. Nos llevábamos bien, nos respetábamos y, en algunos momentos, trabajamos con gran complicidad. Aunque la realidad pertinaz le hizo renunciar a muchas cosas, nunca entregó su alma de artista.

11 de enero de 2016

Inicio un viaje del IMSERSO a la Manga del Mar Menor. Estos viajes me recuerdan a la mili: coincidimos los letrados y los iletrados, los inteligentes y los tontos, los exigentes y los conformes.

Trabo cierta amista con F., un español de Guinea Ecuatorial. Las conversaciones tienen lugar alrededor de una cerveza sin alcohol y de un poleo. Lleva a sus espaldas una larga historia. Se ha pasado toda la vida limpiando vagones de tren. Ahora viaja en ellos. Cuida de su nieto y su nieto cuida de él como solo se puede cuidar a un abuelo.

31 de enero de 2016

Cojo el metro en Canal para ir a la sesión de cineforum que organiza T..

Por los altavoces, una voz de mujer más auténtica que de costumbre anuncia que los trenes de la línea 7 tienen una demora de más de 15 minutos debido a la asistencia sanitaria de un pasajero. La única manera de expresar mi solidaridad con el pasajero es esperar pacientemente al tren.

3 de febrero de 2016

Paso por el quirófano para la extracción del clavo intramedular que tenía en la tibia derecha. Por la tarde me voy a casa.

Sé que la rehabilitación será los próximos meses el eje central de mi actividad.

10 de marzo de 2016

C.H. me invita a la inauguración de una exposición de pintura “naive”. La asistencia es masiva. Doy vueltas buscando a C.H. Esquivo asistentes. Indago ángulos para ver mejor los cuadros. Consigo una copa de vino tinto. Los sándwiches no consiguen disminuir mi desconfianza viendo como la pintura «naive» difumina sus contornos confundiéndose con la ilustración de los libros infantiles y el estilo del cómic.

12 de marzo de 2016

He llegado al centro cultural antes de lo previsto. Me siento a esperar a FR. y a su familia. Una mujer de unos cuarenta años de aspecto muy agradable se presenta: Me llamo C.

Intercambiamos frases dando forma a una conversación desprovista de interés. Tuerce la cabeza y me pregunta por mi signo del zodiaco. Quiere saber hasta qué punto podemos ser compatibles. Al oírlo, me atribuye un carácter melancólico. Siento que me sentencia con la mirada.

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