17 de julio de 2016
Vilas del Turbón es una localidad diminuta en el norte de Huesca donde se ubica el balneario del mismo nombre incluido en la oferta de “termalismo social”. La vida de balneario no me resulta atractiva, pero aprovecho la ubicación para conocer el entorno. Con ese propósito me desplazo en coche y así tener mayor libertad de movimientos.
Me dejo tratar, ando por los caminos, exploro con el coche algunos alrededores cercanos y algunos más alejados. Descubro que no me son tan desconocidos como presuponía. Hay sitios evocadores de un viaje anterior. Los recuerdos me sorprenden, las imágenes almacenadas emergen formando un mapa mayor y más exacto de la geografía de las emociones.
La estrategia del balneario de sentar a los “solteros” (solteros, viudos, separados, divorciados, viajeros solitarios, …) a una mesa y las “solteras” (solteras, viudas, separadas, divorciadas, viajeras solitarias, …) a otra, ha propiciado que haya surgido una amistad con fecha de caducidad entre los cinco varones que desayunábamos, comíamos y cenábamos en torno a la misma mesa. La soledad, las malas y las buenas experiencias en los matrimonios también han aparecido en la conversación. Las profesiones, los años trabajados, las anécdotas, las risas, las dolencias, los consejos recíprocos en la sobremesa a lo largo de los diez días han ido tejiendo un sentimiento de simpatía, un embrión de amistad. Cuando nos hemos separado lo hemos sentido.
A los pocos meses me ha llegado la noticia de que Pedro, emigrante a Alemania retornado, ha muerto de un cáncer de estómago. Su amigo Albert me comunicó que se había ido tranquilo, sin miedo ni dolor.
Solo nos unen diez días y, sin embargo, siento su muerte. Descanse en paz.
24 de agosto de 2016
Agosto es el mes de los viajes por excelencia. Se ha convertido en tradición que mi hija y yo hagamos un viaje juntos al año y las fechas más apropiadas son, precisamente, las de agosto. En realidad es una manera de estar juntos una semana entera. Una manera de conocerse, de hablar, disentir, reírse, callar, entenderse.
Volamos a Kopenhagen, ciudad con más fotos que recuerdos. Después de tres días seguimos en tren hasta Malmö en Suecia. Allí recogemos un coche de alquiler con el que hacemos un breve recorrido por el escenario de las novelas del inspector Kurt Wallender de Henning Mankel, y lo hacemos bajo un sol insospechado. La siguiente parada es la casa de la autora de Pippi Langstrumpf, Astrid Lindgren, mujer con una peripecia vital de gran interés. La conversación gira en torno a la figura de Pippi Langstrumpf como modelo para los niños y llegamos a la conclusión de que su carácter anarquista y provocador tiene poca cabida, por no decir que ninguna, en esta sociedad normalizada y cada vez más controladora, uniformada en nombre del orden y de la seguridad.
Terminamos el viaje en Estocolmo disfrutando de lado bueno y sufriendo su lado oscuro.
De camino al aeropuerto, no nos podemos librar de la impresión de que la buena marcha de la economía y de la democracia sueca ha desarrollado cierto hábito que no dudaría en calificar de burócrata.